Hay cosas que solo se aprenden teniendo que crearlas de la nada
así como nadie me enseñó a ser mujer, nadie me enseñó a sentir emociones
En los últimos días me he sentido algo desmotivada, mi deseo se ha calmado y lo que antes creía que quería “lograr” o “alcanzar”, ya no me pertenece ni me corresponde.
Haga lo que haga, debo frenar un instante para sentir, llorar y tirarme en la alfombra a ver como las nubes van pasando por la ventana. Siento una inmensa ola emocional dentro de mí y por más que intente hacer y hacer, todo me lleva al mismo lugar: sentir, pausar, ser, contemplar.
Sé bien de dónde viene esta ola y sé que es natural. Una parte de mí está muriendo una vez más. Ya no estoy duelando solo a mi mamá. Estoy duelando a una Yo que por mucho tiempo me funcionó, me trajo estabilidad y me permitió crear muchas de las cosas que hoy tengo, pero que ya no me expande, más bien, ahora me está haciendo sufrir y por más de que el dolor sea inevitable, algo adentro mío quiere ayudarme.
Veo a una niñita dulce, graciosa, tierna y muy curiosa. Agotada de intentar encajar y destacarse.
Con miedo, mucho miedo a ser juzgada por no ser suficiente, tan asustada que desde el inicio ya se dice a sí misma: “Inténtalo, pero es en vano, vamos a perder”.
A su al rededor no lloran ninguna de las personas importantes. Ni las fuertes, ni las de cuidado, estas solo trabajan. Quienes lloran son sus pares, que cuando lo hacen, la niñita no sabe como sentirse ni que pensar, entonces observa las reacciones del resto a su al rededor y nota que las lágrimas son motivo de risa. El llanto es visto como un acto de inmadurez o incluso de imposibilidad, de ausencia de fuerza, de debilidad. Y así relaciona “llorar” con poner en riesgo a la propia integridad.
Pasé toda mi infancia escondiéndome para llorar. Creyendo que por sentir tanto, seguro había algo roto adentro mío.
Pensando horas y horas, mil y un caminos posibles, estrategias para congelar toda el agua de mis lagrimales y por fin transformarme en un duro roble, capaz de producir, trabajar y crear todo lo que quisiera sin necesidad de tener que frenar para sentir.
Hasta que la vida me enfrentó a abusos y frustraciones tan grandes que me fue imposible contener el llanto. Exploté y me rompí en mil pedazos que hasta el día de hoy sigo recogiendo y pegando.
En todo este proceso, no me ha quedado otra que reconocer a esa niñita y darle un espacio en mi vida, porque si hay algo que quiere hacer es ayudarme y lo sé. Se muere por mostrarme de donde vengo, para poder comprender aún más porqué a veces me cuesta tanto sentir y me protejo con hacer y hacer hasta explotar.




Hoy, puedo ver que así como nadie me enseñó a ser mujer, nadie me enseñó a sentir y que hay cosas que solo se aprenden teniendo que crearlas de la nada, desde la ausencia, desde ver el hueco vacío y fantasear con cómo llenarlo.
Por más de que por momentos me resista a crecer, por miedo a no ser suficientemente “buena madre” de mi misma, no me queda otra que aprender a serlo desde la práctica. Lo que me invita a asumir el ejercicio de mirarme a los ojos frente al espejo para ver a través de mí a las representaciones, tanto masculinas como femeninas, del cuidado y la estabilidad, que tuve en mi infancia.
Veo a todas esas figuras muy asustadas, siendo abusadas por ellas mismas. Explotándose para salir adelante. Obligándose a ser “fuertes”, por miedo a que una catarata de llanto se las lleve puestas hasta exponer su vulnerabilidad, su humanidad, su fragilidad más profunda.
No tuve a nadie que me explicase que el llanto, la tristeza, el atravesar emociones que me hacen sentir frágil y finita, son justamente lo que me hace ser humana y que estas emociones, no hacen más que limpiar la herida hasta que purgue toda la mugre que guardó por miedo a ser juzgada. Todo el silencio, la sombra, lo secreto, lo escondido, que duele, que pesa, que ocupa espacio y abruma al espíritu.
Ha decir verdad, agradezco que nadie me lo haya mostrado ni enseñado.
Porque atravesar el proceso de llenar ese hueco vacío, en busca de un sentido más allá de lo que mis ojos podían ver, es en gran parte, lo que me hace ser lo que soy.
Hoy, la única certeza que tengo es que si evito sentir todo el espectro de emociones mi humanidad se pone en riesgo, pierdo mi sensibilidad, me desenchufo de mi propio cuerpo. Mi poética se rompe, se pierde en el aire, se muere. Mi niñita se deprime, hasta fantasear con suicidarse. Pierdo el brillo, el color. Todo se torna gris y el sin sentido de la vida, se hace gigante.
Quizás no se trata de ser un roble, duro, tieso, inflexible, que por momentos parece muerto.
Quizás se trata de ser un bambú que danza con el aire, aceptando que a veces le toca tocar el suelo y confía en que está siendo sostenido por su base enraizada a tierra. Su centro es fuerte y si se rompe, vuelve a regenerarse.
Llevar la reflexión de mi terapia a todos lados, de ser posible, integrarla en mi producción artística, en mi escritura, en mis dibujos
Salir de cita con mi niñita. Imaginar que la llevo de la mano a comer helado
Hacer una lista de “Cosas que hacen que mi vida tenga sentido” y llevarla a todos lados. Recordarla, mirarla
Hablar sola el mayor tiempo posible. Si siento el deseo: escribirlo en mi diario
Bailar, bailar mucho. Bailar siendo un roble, bailar siendo un bambú. Jugar a pasar de uno al otro con fluidez
Nota de corazón a corazón:
Deseo que siempre encontremos así sea 15 minutos para hacer eso que amamos, eso que nos ilumina la mirada, eso que nos recuerda el sentido de estar vivxs, que en mi caso es dibujar, escribir y reflexionar con intensidad, así que gracias por leerme, porque de alguna forma al hacerlo siento que el sentido de estar viva, se conecta con otrxs, hoy, contigo y eso me hace sentir comprendida y vista, así que gracias por eso :)
GRACIAS POR LEER HASTA ACÁ,
@maferomanxoxo
Otros textos que pueden gustarte :)
Necesité soltarle la mano a mis referentes
Desde que tengo recuerdo, el concepto de “referente” siempre fue algo muy importante para mí.
Me da miedo perderme de mí misma
Yo confieso que una parte de mí muere por tener control total de todo lo que está sucediendo en mi vida. Lo reconozco, lo sé, me he visto siendo un mounstruito control freak y un poco me odio cuando estoy en ese mood.
Transformarme en mi propio moodboard
En mi infancia, el aburrimiento nunca fue un problema, tal era así que llegué a olvidarme de su existencia.
2. Salir de cita con mi niñita. Imaginar que la llevo de la mano a comer helado.
Me derretí 😻🥹
Wow Impresionante manera de plasmar sin filtros....es un buen texto para algunas personas q sufren d depresión...gracias a esto..no sabes cuánto las estás ayudando....de lujo