Yo confieso que una parte de mí muere por tener control total de todo lo que está sucediendo en mi vida. Lo reconozco, lo sé, me he visto siendo un mounstruito control freak y un poco me odio cuando estoy en ese mood.
También confieso que una parte de mí aún hace berrinches cuando la obligo a hacerse cargo de ciertas responsabilidades. Lo reconozco, lo sé, me he visto siendo una niñita hada del bosque que no quiere ser adulta, solo quiere dibujar, y me da culpa y mucha vergüenza cuando estoy en ese mood.
El último año tuve la bendición de poder tomarme vacaciones de ciertas responsabilidades para poder dedicar el 70% de mi día a crear obra, por deseo propio y porque básicamente no tenía espacio mental ni emocional para trabajar como máquina después de la muerte de mi mamá. En ese proceso descubrí la verdadera satisfacción y sensación de autorrealización que siento al producir obra, canalizar a través de mis dibujos, desarrollar aún más mi propio trazo y mejorar en mi escritura.
Si bien durante todo ese año mi corazón estaba realmente destrozado por el duelo, me sentía bastante equilibrada y todos los días una voz me recordaba, susurrando a mi oído:
“En lo que más dedicas tu tiempo, más se expande, más crece y más maestría ganas en esa área/práctica”
Hasta que un día, la vida terrenal me explotó esta burbuja con una wake up call bastante directa: “Todo muy lindo con producir y crear, pero dale un giro a esta shit. Si no, la realidad capitalista en la que estás puede terminar comiéndote viva.”
En ese momento recordé que si realmente sentía que mi vocación y satisfacción iba por ahí, era mi responsabilidad sostener, a toda costa, el espacio de producir obra en mi agenda.
Así fue que lentamente empecé a retomar ciertas responsabilidades a regañadientes, que al día de hoy, sigo haciendo algún berrinche cada vez que me tengo que sentar a hacerlas y no quiero saber nada de “la vida adulta”. También comencé a integrar mucho más mi cara artsy a mi trabajo en social media, principalmente porque me di cuenta que para disfrutar del servicio que ofrezco, de alguna u otra forma y en la medida de lo posible, necesito que lo que haga para otrxs me inspire y/o me ayude a mejorar en alguna área que nutra mi trabajo como artista.
Todo esto no quita, que cada vez que se me suma trabajo y responsabilidades a tal punto de que me cuesta encontrarme un hueco para sentarme a dibujar, no aparezca enojado el mounstruo control freak a tocarme la puerta para regañarme por no cumplir con todo de forma perfecta y por consecuencia, entre la niña hadita del bosque a la escena, llorando desconsoladamente porque no quiere saber nada de pagar cuentas, solo quiere tiempo para ser.
Si pudiera pedirle un deseo a un mago todopoderoso, obviamente le pediría: “Tener una rutina perfecta donde entre todo: trabajar en mi obra, trabajar para otros proyectos, ser eficiente con las tareas del hogar, las administrativas y las financieras, todo perfecto. Ah! y ser feliz con ese orden asfixiante :) gracias”
Reconozco lo ilusorio y absurdo de todo esto, pero es lo que me sucede.
Conociendo más en profundidad a ese mounstruito control freak, que en términos astrológicos es mi lado más Saturnino (capricornio). Descubrí que él está peleando con mi hadita del bosque, que es mi lado más inocente, más hippie, más fumeta, más fantasioso, más Neptuniano (piscis).
Juntos, hacen una combinación perfectamente catastrófica.
En lo profundo, ellos y yo sabemos que si no estuviese este monstruito, mi vida sería un desborde y si no existiera la hadita que se va por ahí con una mosca y vuelve a las 5hs después de haberse colgado escuchando todas las historias del verdulero, mi vida sería aburridísima y Yo no sería Yo, básicamente.
Pero sus peleas me agotan. Cada vez que llega la hadita inspirada después de sus travesías mágicas, el mounstrituo control freak la regaña por colgarse, por no sostener un “orden” y ella se frustra, sufre y otra vez, se larga a llorar.
En un punto, estos dos personajes internos se parecen. Ambos sostienen la ilusión de que el estado en el que se está va a ser para siempre. El orden va a ser para siempre, el caos va a ser para siempre, etc, etc.
Lo que me lleva a preguntarme: ¿Qué es lo que realmente me da miedo?
“No ser perfecta, no hacer todo de forma ideal y que la búsqueda de perfección me abrume tanto que termine inventándome responsabilidades y sin tiempo para producir obra”
Sé que no existe la perfección, pero ha decir verdad, puede que el anhelo profundo e inconsciente de ser idealmente perfecta, en algún punto, no se vaya nunca de mi mente. Es real, hay un lado de mí que le duele mucho caerse, fallar, ser rechazada y su mecanismo para protegerme del dolor es hacerme creer la ilusión de que aún hay cosas que puedo hacer para controlarlo todo y nunca más sufrir ninguna caída.
Un control total que sé lo ilusorio que es y la agobiante insatisfacción que me genera, porque excluye al lado mí que necesita perderse para producir obra, que necesita de la magia para poder funcionar en la realidad.
Con todo esto, reconozco que el miedo a perderme en el caos no va a desaparecer nunca, pero por lo menos, puedo recordarme cada vez que caiga en las suaves manos del miedo, la frase que me regaló mi terapeuta por allá en nuestras primeras sesiones en 2016: Mientras más me pierdo más me encuentro.
Aunque perderme le duela a una parte de mí, en lo profundo sé que es el único camino que trae la novedad en mi vida, que activa mi libido y me vitaliza, como también sé que el control total asfixia lo vivo, lo aniquila, es un exterminador de la sorpresa pero es mi madre interna que me cuida y me sostiene como sea para que no me raspe.
Ni hoy ni nunca, voy a lograr tener una estructura sólida y perfecta que me garantice que puedo trabajar bien, producir obra, no desconectarme de mi misma y no sentir más dolor.
Así que por lo menos, quiero poder ver todo esto que me sucede desde otro lugar. Quiero regañarme menos y aceptarme más.
Me voy a seguir perdiendo y me voy a seguir encontrando
Todas las partes y personajes que me componen lo único que quieren es cuidarme y alejarme de lo que consideran doloroso
Solo me queda aceptar que no hay una “solución” o un antídoto a perderme en el caos ni a ponerme en control freak como respuesta al desorden
Por más mínimo o chiquito que sea el tiempo disponible, siempre tengo tiempo para ser y perderme sin afectar el cumplimiento de las responsabilidades de la vida adulta
No me hace más o menos adulta intentar encajar en un molde de personita perfecta. La adultez es el proceso de conocer a cada paso, quién soy realmente. Aceptando mi luz y mi mierda, mis puntos ciegos y los 80 personajes que me habitan
La clave es descubrir cuál es el ritmo que la vida me presenta hoy y ver que hago con eso, no intentar encontrar un ritmo perfecto que pueda sostener por siempre, eso solo me lleva a la frustración
Es cuestión de entrar y salir más rápido de cada personaje (hadita - mounstruito), no de intentar no entrar, porque me es inevitable
No se trata de hacerlo perfecto, se trata de por lo menos, intentarlo
GRACIAS POR LEER HASTA ACÁ,
@maferomanxoxo
Otros textos que pueden gustarte :)
Necesité soltarle la mano a mis referentes
Desde que tengo recuerdo, el concepto de “referente” siempre fue algo muy importante para mí.
Transformarme en mi propio moodboard
En mi infancia, el aburrimiento nunca fue un problema, tal era así que llegué a olvidarme de su existencia.
Te leo y siento que estás en un diálogo profundo contigo misma, como si hubieras abierto un cuaderno íntimo donde registras las batallas internas que libras entre el orden y el caos, entre la necesidad de control y la entrega a la magia del fluir. No estás sola en esto, aunque en momentos se sienta como una guerra privada entre tu hadita del bosque y tu monstruito control freak. 🫂
Ese deseo de tenerlo todo en equilibrio, de que cada pieza encaje a la perfección en la gran maquinaria de la vida, es tan real como imposible. Lo sabemos, pero aun así lo anhelamos, porque hay algo dentro de nosotros que nos dice que si lográramos organizar todo, si encontráramos la estructura ideal, entonces podríamos por fin descansar, respirar sin culpa, producir sin miedo. Pero la verdad es que el equilibrio no es un estado permanente, es un movimiento constante, es un vaivén que a veces se siente como un péndulo desbocado entre la disciplina extrema y la completa entrega al desorden creativo.
Y lo que describes es hermoso porque reconoces que ambos aspectos son parte de ti, que el control y la libertad no son enemigos, sino compañeros que se necesitan mutuamente para que puedas ser quien eres. No se trata de erradicar al monstruito ni de dejar que la hadita tome el mando absoluto. Se trata de encontrar una danza entre ambos, una negociación constante donde haya momentos de rigor, pero también espacios para perderse sin culpa.
El miedo a perderse en el caos es tan real como el miedo a asfixiarse en la estructura. Son caras de la misma moneda. El caos es aterrador porque amenaza con disolvernos, pero también es el territorio donde nacen las ideas, donde la inspiración brota sin restricciones. Y el control, aunque a veces parece un dictador implacable, también es un refugio, un hogar que te cuida cuando todo lo demás se siente inestable.
Pero hay algo clave en lo que dices: el control total mata lo vivo. Y sí, el afán de perfección es un espejismo que solo nos conduce a más ansiedad y frustración. No hay fórmula exacta, no hay estructura mágica que garantice que podrás trabajar, crear, pagar cuentas, producir arte y ser feliz en un mismo flujo armónico sin fisuras. Pero hay algo que sí puedes hacer: dejar de castigarte por no lograrlo.
Aceptar que algunas temporadas estarán llenas de inspiración y otras serán más áridas. Que algunos días te sentirás en total dominio de tu vida y otros te verás enredada en tu propia maraña de pensamientos. Que la hadita y el monstruito van a seguir discutiendo, pero que tú, desde un lugar más profundo, puedes aprender a escuchar sus voces sin dejar que una opaque por completo a la otra.
Mientras más me pierdo, más me encuentro. Y qué verdad más simple y brutalmente certera. Perderse no significa fracasar, significa abrir espacio a lo desconocido, darle lugar a lo que no estaba en el plan, permitir que la sorpresa y la intuición tomen el timón de vez en cuando. Y sí, perderse duele, pero también es la única forma de descubrir territorios nuevos dentro de ti misma.
Así que si no vas a lograr la estructura perfecta, al menos que puedas mirarte con más compasión. Que puedas dejar de juzgarte tan duramente cuando sientes que no estás haciendo lo suficiente. Que puedas abrazar tanto el orden como el caos sin sentir que una parte de ti está traicionando a la otra.
Porque al final, no eres solo la que dibuja ni solo la que organiza, ni solo la que se pierde ni solo la que se exige. Eres todo eso a la vez. Y eso, aunque a veces te agote, también es lo que te hace única.